La Academia de Ciencias Veterinarias de la Región de Murcia, como corporación de servicio público, inaugura su blog con la esperanza de hacerse más visible ante la sociedad, al tiempo que queremos servir de foro de debate y confrontación de ideas.
En los momentos tan convulsos que vivimos, con la incertidumbre apoderándose de nosotros, por esta terrible pandemia que nos asola, debemos de posicionarnos como profesión, corporación y país.
Lo primero que tenemos que manifestar es que desde el primer momento el sector veterinario se puso a disposición de las autoridades sanitarias, para hacer lo que mejor sabe, combatir enfermedades de colectividades, para ir por delante de la estrategia infectiva que pudiera tener el virus, y poder así llegar a erradicar la enfermedad.
Desgraciadamente el ofrecimiento cayó en saco roto, y no sólo no se nos escuchó, sino que se nos ignoró demostrando las autoridades sanitarias, un palmario desconocimiento de lo que son este tipo de enfermedades. No se nos permitió ayudar, ni implementar estrategias de lucha contra la enfermedad, quizá debido a un mal entendido corporativismo por parte de la clase médica, esa misma idea se trasmitió a la sociedad, y el resultado es que siempre hemos ido por detrás en las estrategias de lucha. Desgraciadamente, cerca de 100.000 compatriotas lo han pagado con su vida.
Pero los veterinarios somos los sanitarios (sí, sanitarios, aunque se nos niegue tal etiqueta) mejor preparados para luchar contra las enfermedades colectivas, epidemias, pandemias, y seguimos ofreciendo nuestra ayuda. Si se nos oye, el concepto One Health comenzará a tener sentido, de lo contrario caerá en saco roto.
Pero además queremos hacer un repaso del papel de la profesión en la Economía de este país, y como Academia de Ciencias Veterinarias lo primero que podemos observar es que la pandemia COVID-19 ha puesto de manifiesto la importancia del sector agroalimentario como pilar esencial de la economía española, la fortaleza del sector ha hecho que no tengamos que depender del exterior para alimentar a nuestra población y eso es fundamental para una economía de mercado. También es cierto que la pandemia ha puesto de manifiesto nuestra excesiva dependencia del sector servicios, el primero que se desmorona ante el cierre de la economía, las dificultades del sector exterior y la debilidad del sector industrial, un lastre del que vamos a tardar en recuperarnos.
Durante los meses de confinamiento, toda la cadena alimentaria (que incluye agricultores, ganaderos, pescadores, cooperativas e industria alimentaria, mayoristas, comercio minorista, distribución o logística, y como no a nuestros compañeros veterinarios) tuvo que adaptarse rápidamente para garantizar el abastecimiento de alimentos a la población. Visto todo ello con un poco de perspectiva, hay destacar la excelente respuesta de todo el sector para superar este reto.
Los indicadores económicos disponibles muestran que el sector ha sido uno de los menos afectados por la crisis, por ello el peso del sector primario sobre el total de la economía aumentó y la industria agroalimentaria sufrió un retroceso mucho más suave que el conjunto de la industria manufacturera en la segunda mitad de 2020. Asimismo, en el ámbito laboral, el sector ha registrado una menor destrucción de empleo y una menor proporción de trabajadores afectados por un ERTE.
Por otra parte, no es posible comprender el buen desempeño relativo del sector agroalimentario durante la crisis sin tomar en consideración el sector exterior. Gran parte de la producción del sector se destina a la exportación (alrededor de 50.000 millones de €), hasta el punto de ser la cuarta economía exportadora del sector en la Unión Europea y la séptima a nivel mundial. Con la crisis, las exportaciones del sector agroalimentario han incrementado de forma generalizada, aunque destaca el repunte de las exportaciones de cítricos en Europa y de carne de porcino en Asia.
El buen posicionamiento de los productos agroalimentarios españoles en los mercados internacionales es fruto del esfuerzo de internacionalización de los últimos años y refleja el elevado nivel de competitividad del sector respecto a otros países productores. Pero si algo ha demostrado la situación que estamos atravesando es que las empresas más digitalizadas están más preparadas para adaptarse a un entorno cambiante.
Así, para ser aún más competitivo, es necesario aprovechar las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías digitales en todos los eslabones de la cadena alimentaria. Al mismo tiempo, la transformación digital también ofrece vías para abordar los principales retos del sector. Por ejemplo, las técnicas de agricultura de precisión permiten mejorar la productividad de los cultivos a la vez que potencian la sostenibilidad del sector al hacer un uso más eficiente del agua y de la energía.
En definitiva, la revolución tecnológica del este siglo está transformando un sector agroalimentario que cada vez se asemeja menos a la imagen tradicional que de él tenemos. El futuro nos traerá la cadena alimentaria 4.0, un ecosistema totalmente conectado del campo a la mesa.