El calentamiento global al que se encuentra sometida la Tierra está provocando el derretimiento de los polos terrestres ártico y antártico, dejando al descubierto zonas de tierra que hasta entonces estaban cubiertas de una gruesa capa de hielo. Pero no es solo a este nivel donde se están observando estos cambios, quizá sean las zonas más llamativas, sino que hay otra capa terrestre, incluso más sensible, el Permafrost. La mayor parte de esta capa se ha originado en tiempos remotos pues la datación nos lleva a su formación durante la edad del Hierro. Su profundidad es variable, de unos pocos cm a varios cientos de metros extendiéndose por diversos países del hemisferio norte, Alaska, Canadá, Siberia, Groenlandia, Tíbet, etc., en el hemisferio sur, los Alpes, los Andes e incluso se encuentra en los fondos marinos del Polo Norte. Como Consecuencia de su largo periodo de formación esta capa ha ido albergando enormes cantidades de gases procedentes de la descomposición orgánica, CO2 y metano, que tanto están influyendo en el llamado efecto invernadero. La descongelación de esta capa liberaría a la atmósfera gigatoneladas de estos gases y provocaría la aceleración del calentamiento global terrestre y a su vez, influiría en el derretimiento de mayor cantidad de permafrost.
La descongelación del permafrost pone al descubierto, y perfectamente conservados, animales de épocas prehistóricas, mamuts, leones cavernarios y momias humanas, y al mismo tiempo todos los patógenos que albergaban en su interior o que se encontraban libres en el medio ambiente, hongos, virus y bacterias, parásitos, algunos de los cuales han permanecido en un estado durmiente hasta que se produjo la descongelación. El permafrost es un muy buen conservante al ser frío, no contener oxígeno y estar en la oscuridad. Esto lleva a pensar en la posibilidad que enfermedades que se creían extinguidas o desconocidas aparezcan ocasionando brotes de las mismas. Por ejemplo, en el año 2015 se encontraron restos de un reno muerto por carbunco, infectando a varios cientos de personas. Un niño falleció y al mismo tiempo ocasionó la muerte de más de 2000 renos en Siberia. Es una posibilidad que haya revivido la bacteria, pero también es cierto que en esa región se dejó de vacunar contra el carbunco, lo que podría ser la causa de la aparición de los nuevos brotes. Las esporas de Bacillus anthracis son muy resistentes en el medio ambiente; solo tenemos que retroceder a los inicios de la segunda guerra mundial y ver los resultados de los ensayos con carbunco que realizaron los ingleses en la isla de Gruinard. Durante más de 40 años el lugar fue inhabitable a consecuencia del carbunco y aún hoy hay cierto reparo al establecimiento de personas y animales en la misma.
Se han aislado en la Antártida otras bacterias como Polaromonas vacuolata, perteneciente a la Familia Comamonadaceae, que viven bien a 0 ºC, siendo su temperatura más idónea 4 ºC. No se conoce que cause patología en animales y humanos, pero sí participa, mediante los enzimas que libera, en la descomposición en los alimentos en los frigoríficos.
También se han hallado bacterias como las Pseudomonas, que manifiestan una elevada resistencia a condiciones extremas y a sustancias desinfectantes. Estamos viendo como las bacterias intercambian su material genético y lo mismo podría ocurrir entre estas bacterias encontradas en ambientes fríos y las patógenas, lo que conllevaría enormes problemas sanitarios. Así, recientes estudios en la Antártida por parte de la Universidad de Chile han puesto de manifiesto la presencia de bacterias con genes que podrían conferir un grado de resistencia elevado a los actuales antibióticos. Es más, esta evolución se encuentra codificada en fragmentos de ADN que fácilmente podrían transferirse a otras bacterias. En el Tíbet se tomaron muestras de las aguas de varios glaciares y se encontraron cerca de 1000 especies nuevas de bacterias de las que no se tenía conocimiento; se catalogaron y se analizó su estructura genética lo que servirá de base para futuros estudios. Estas bacterias en principio no afectan a animales ni a la especie humana, pero en biología y en la situación climática en que nos hallamos todo puede ser posible, e incluso pueden llegar a resurgir antiguas bacterias, como Yersinia pestis, y otras con más de 400.000 años de antigüedad, que convivían con las especies animales y humanas, y arrastradas por el agua podrían alcanzar a extensas zonas habitadas.
Los Virus son otros patógenos que pueden reactivarse como consecuencia del calentamiento. El desacertadamente llamado virus de la gripe española, encontrado en cadáveres humanos, o el de la viruela en restos humanos y momias del siglo XVIII, podrían reactivarse y ocasionar una epidemia/pandemia de alcance desconocido. Los virus gigantes Pithovirus sibericum y Mollivirus sibericum encontrados a más de 30 metros de profundidad en la tundra, en principio apatógenos, pero una vez que se activaron fueron capaces de infectar a las amebas. El peligro radica en que otros virus pueden revivir e infectar a animales y humanos.
Ante estas situaciones, un colectivo profesional, los Veterinarios, está siempre alerta y vigilante. Son los ángeles de la guarda la población humana que por medio de sus actuaciones evitan el paso de patógenos de animales al hombre o transmitidos por los alimentos o el medio ambiente. El aforismo de Pasteur se ajusta perfectamente:
“La medicina cura al hombre mientras que la Veterinaria salva a la humanidad”
¿Pero por qué se sigue menospreciando a la profesión veterinaria? ¿Qué intereses ocultos hay para ello? ¿Quién está de tras de todo? ¡¡¡¡Basta ya!!!! ¿Hasta cuándo la profesión Veterinaria tiene que seguir siendo menospreciada y arrinconada por poderes fácticos? ¿Por qué no se desarrolla la ley donde se nos ha reconocido como profesión sanitaria?