Siempre hemos oído decir que la Veterinaria es una profesión vocacional, que se estudia por el “infinito amor” a los animales. Y la afirmación no va desencaminada. La frustración llega cuando tras superar más de 5 años de estudios (probablemente lleguemos a 6, a pesar de la selección previa de una nota media considerable que se debe de obtener en la EBAU), intensas prácticas y posteriores cursos de especialización muy selectivos (incluyendo internados en hospitales e incluso la obtención de una Diplomatura Europea), el graduado que decide dedicarse a la actividad clínica se encuentra con una incomprensión social insólita: nuestros servicios son demasiado caros. Y en parte no les falta razón: el maldito 21% de IVA es una sombra negra que nos acompaña desde hace años.
Esta, para mí, injusticia la abordo en las prácticas que ya desde tercero hago con mis alumnos. Como ciudadanos que están, estamos mejor dicho, acostumbrados a los servicios “gratuitos” de la Seguridad Social española, por lo que numerosas técnicas exploratorias, diagnósticas o terapéuticas se dan por asumidas, aunque luego las paguemos todos con nuestros impuestos.
Tradicionalmente a los veterinarios se nos presupone que, por ser vocacionales, hemos de trabajar casi gratis; que nuestro amor por los animales es incondicional, hasta tal punto que no nos importa no cobrar por poner a disposición del animal nuestros conocimientos, horarios intempestivos, instalaciones, formación continuada … como si fuéramos una ONG.
A los estudiantes, que en buena medida comparten la anterior percepción, cuando les transmito el esfuerzo que les supone sacar el grado, a lo que luego deberán sumar la inversión en su especialización, la adquisición de un local, de aparataje (por mínimo que sea), el aprendizaje para su puesta a punto y mantenimiento … cuando ven los precios que pongo a su disposición sobre la exploración básica y posteriores pruebas complementarias (resonancia magnética, ecografía, análisis de sangre, etc…), tras la sorpresa inicial, les señalo: ¿Y cuánto vale un contador citológico, un electrocardiograma, etc.?; ¿cuánto en formaros para saber manejarlo bien? ¿Cuánto cuestan los reactivos, contrastes, la luz que le hace funcionar? Cuando vais a un centro de salud nadie os cobra, pero nosotros carecemos de esa cobertura y los seguros que aparecen anunciados tienen su letra pequeña … Entonces empiezan a fruncir el ceño … van comprendiendo.
A continuación, les hago la siguiente pregunta: ¿Para qué estudiáis esta carrera? Como forma de vida y que encima nos guste, contesta la mayoría. A lo que yo les replico: y que os dé de comer y garantice una vida digna, ¿no? … Silencio total.
Cuento esto porque con frecuencia somos nosotros, nuestro colectivo, el principal enemigo, al permanecer pasivos con nuestro maldito 21% de IVA mientras que otros sectores, como el de la peluquería, lucha con uñas y dientes por la bajada de impuestos.
¿Y nosotros, por qué esta pasividad? El servicio clínico veterinario comienza con la puesta del microchip, las pautas de desparasitación y vacunación y que es garante de la Salud Pública, el asesoramiento nutricional … Durante la Pandemia las mascotas fueron una valiosísima herramienta psicológica para los humanos. Pero el animal también necesita sus cuidados específicos. No es un mero juguete. Y ante las dudas, Google o Facebook no son la solución. También hay que reconocer que no todos los propietarios pueden asumir ese 21% de IVA, lo que hace más sangrante esta injusticia para con nuestra profesión.
Los veterinarios son trabajadores que viven de su formación académica y de su trabajo tratando animales. Pero que también necesitan realizar su trabajo en unas condiciones dignas en cuanto a remuneración, que repercutirá como círculo vicioso en la mejora de la calidad de sus servicios. Como señalé antes, la sociedad parece tener una visión distorsionada de nosotros: no somos una ONG, necesitamos unas condiciones laborales dignas que favorezcan el buen trabajo. Los animales por desgracia no tienen Seguridad Social y todo sale de nuestro bolsillo; si nosotros no la tuviésemos y pagásemos todas nuestras visitas al médico, nos daríamos cuenta del verdadero valor que tiene la medicina. Esto considero, debe de comenzar a transmitirse ya desde las aulas de las Facultades.
Hay numerosas estadísticas que señalan que la profesión veterinaria tiene uno de los mayores índices de depresión y suicidios, tras pagar una factura “incomprensible para el propietario” (ojalá éste tuviera un informe del gasto que supone cualquier intervención en un hospital público, como hizo la Xunta de Galicia hace años), en ocasiones manifiesta: “tú has matado a mi animal”.
Ya va siendo hora de decir ¡¡¡BASTA!! Empecemos a hacer proselitismo de nuestra situación, pero no sólo en grandes manifestaciones sino en el día a día. Hagamos conocer a la sociedad, a través de los medios de comunicación, el POR QUÉ de nuestros precios, cuál es nuestra situación fiscal real. Somos una profesión que trabajamos por el amor a los animales, pero que necesitamos vivir dignamente … como hace un médico, al que nadie discute sus precios cuando asistimos a su consulta privada. Todos sabemos que los salarios veterinarios son los más bajos dentro de la rama sanitaria…
Nadie obliga a una persona a tener mascotas. En caso de tenerlas hay que concienciar a los propietarios de que su bienestar pasa por las medidas sanitarias, higiénicas (limpieza de boca, limpieza de glándulas perianales, nutrición, etc.), que es su responsabilidad. La solución no está en las redes sociales, sino en su veterinario de confianza, pero entendámoslo: el clínico vive de su trabajo, de ese tiempo que va a dedicar con el máximo cariño a la mascota. Porque es nuestra vocación y medio de vida.
Cristina Castillo. Académica Correspondiente.
Toda la razon del mundo, Cristina. Nosolo es vocacion, es tambien un medio de vida, que tienen que ser DIGNO!!