El movimiento animalista se opone al uso de los animales para los diferentes fines con los que se los utiliza el ser humano en la actualidad como son el entretenimiento, la investigación, la obtención de alimentos y la obtención de determinados productos (cuero, lana, peletería, etc.). Son movimientos que van aumentando sus seguidores día a día y que están basados en erradicar la forma de vida actual, antropocéntrica, donde desde un punto de vista moral la especie humana forma parte del eslabón superior y, por ende, es diferente al resto de especies animales. Es ahí donde radican los enfrentamientos con parte de la sociedad actual, pues en cierto modo los integrantes de estos movimientos intentan igualar a los animales con el ser humano, incluso atribuyendo a los primeros determinadas cualidades propias de la especie humana como son ciertos sentimientos y el concepto de sufrimiento que entiende y hace suyo el ser humano. En este punto, hay que considerar que, desde hace unos años, la tauromaquia esta siendo el foco de las iras de numerosos integrantes de estos movimientos animalistas y de los intereses económicos de algunos lobbies de presión, que han utilizado los espectáculos con toros como altavoz mediático de sus reivindicaciones y donde enarbolan la bandera del antitaurinismo.
Por su parte, hay que constatar que desde hace varios siglos existen numerosos tipos de espectáculos taurinos en la geografía española, que hacen que la tauromaquia sea en la actualidad considerada cultura, arte y tradición, siendo fuente de inspiración y transmisión de valores generacionales, y no por ello, a quienes les gustan estos festejos (intelectuales, artistas y profesionales diversos) son personas con valores éticos reprochables como se intenta manipular en determinados medios y foros por parte de los integrantes de los movimientos animalistas y los lobbies de presión. Simplemente, sus valores éticos son distintos y en ningún caso equiparan al ser humano con otra especie animal, en este caso el toro de lidia.
En la actualidad, la producción del toro de lidia se puede considerar modélica en cuanto al bienestar animal, ya que los animales se crían en grandes extensiones de terreno, durante varios años, superando los parámetros sobre esta materia de cualquier otra especie. Se trata de un animal que se produce mediante selección genética (generación a generación) para obtener un comportamiento, con grandes cuidados y mimos, y que ese comportamiento que presentan, la bravura, le permite la lucha hasta la muerte y producir un espectáculo que genera emociones, sentimientos y belleza al ser humano. Además, somos los veterinarios los primeros en garantizar las condiciones sanitarias y de bienestar animal de estos toros en la crianza y en los festejos, quedando reflejado en toda la normativa de espectáculos taurinos. Así, por ejemplo, en los espectáculos populares, en concreto, hay referencias claras e inequívocas para que no se produzcan situaciones de maltrato animal, por lo que el respecto al mismo es un hecho, ya que no se puede ni tocar a los animales durante la celebración de los festejos. Por todo ello, el respeto al toro es máximo, tanto por los aficionados como por los profesionales que participan en todos y cada uno de los momentos de la vida del toro. Así, los taurinos son los primeros que abogan por el cuidado y protección del animal.
Quizás los puntos más controvertidos entre animalistas y taurinos aparezcan en la lidia de los toros en los denominados festejos mayores (corridas de toros y novilladas), con las suertes de banderillas, de varas y suprema o muerte del toro, donde el animalista entiende que hay un sufrimiento animal y los taurinos aprecian verdaderos signos de bravura innata en estos animales. Las suertes de banderillas y de varas han evolucionado a lo largo de la historia a la vez que el espectáculo y el propio toro. Sin duda, seguirán haciéndolo con la sociedad, encontrándonos en la actualidad en una encrucijada, con críticas desde parte del propio sector taurino por cómo se está están realizando y donde se reivindica que sean menos exigentes. La suerte suprema donde el animal muere en la plaza a manos del torero, también es bastante criticada, sin embargo, este hecho es una de las mayores grandezas de la fiesta de los toros, pues la vida y la muerte de toro y torero caminan de la mano en un mismo escenario y al mismo tiempo, y es posible que este magnetismo sea el que haya hecho de la fiesta de los toros un espectáculo único y muy apreciado por los aficionados a lo largo de la historia. Y es posible también, que los integrantes de estos movimientos animalistas no entiendan estas tradiciones que se entroncan en la cultura romana donde está presente el dolor y muerte, tradiciones que abordan una realidad vital, ya que la vida es muerte también.
Sin lugar a dudas, en la tauromaquia hay una utilización de los animales en un espectáculo público por parte del ser humano, pero éste no debe renunciar a estar por encima de los animales y poder utilizarlos en su beneficio propio, ya sea para entretenimiento, investigación u obtención de alimentos o productos, como pregona parte del animalismo, ya que esta renuncia sería involucionar como especie. Pero además, esta utilización se debe hacer desde el máximo respeto a los mismos y garantizando las mejores medidas de bienestar animal posibles, medidas que los veterinarios tenemos, con nuestra actuación, que velar por su cumplimiento.