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LOS VETERINARIOS ANTE LA VIRUELA DEL MONO

Sin esperar a que finalice la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2, o sin ni si quiera saber como va a evolucionar genéticamente este virus o, simplemente, si puede surgir alguna variante más virulenta que nos retrotraiga a situaciones vividas en los últimos dos años, nos despertamos este mes con la presencia en nuestro país y en otras zonas de la Unión Europea de algunos casos de una nueva enfermedad vírica, la viruela de los monos. Una nueva zoonosis, en este caso causada por un Orthopoxvirus, de la misma familia que los virus de la viruela humana, el famoso virus vaccinia o la viruela bovina, todos de la familia Poxviridae

Atrás quedan los esfuerzos de la Humanidad a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado para erradicar la viruela humana, única enfermedad que afecta a nuestra especie que hemos sido capaces de eliminar de la faz de la Tierra. Lejos parecen ya las campañas masivas de vacunación que fueron fundamentales para este objetivo. Y de repente, aparece este nuevo virus que viene a confirmar, por enésima vez, la necesidad de entender que todas las especies que convivimos en el planeta, compartimos muchas cosas, incluyendo nuestra Salud.  

Curiosamente, la viruela de los monos, a pesar del revuelo ocasionado, no es una enfermedad nueva. Descrita a finales de la década de los 50, los primeros casos humanos datan de principios de los 70, circunscritos en su inmensa mayoría a diversas zonas del centro y oeste del continente africano. Principalmente en y alrededor de la RD del Congo. Sin embargo, a pesar de esta delimitación geográfica, es cierto que el análisis de la presentación de casos humanos y la comparativa con lo sucedido en años anteriores, evidencia que estamos ante una enfermedad emergente, de la cual han estado detectándose casos más o menos recientemente en países que no reportaban la infección en décadas. 

Por otra parte, hemos de considerar también que, a lo largo de estos años, se han descrito casos en otras partes del planeta no pertenecientes al continente africano. Así, se ha podido confirmar en Estados Unidos y diversos países europeos y asiáticos, ligadas, en la práctica totalidad de los casos analizados, a un factor fundamental en la transmisión de las enfermedades infecciosas, el movimiento de personas o animales infectados procedentes de zonas de riesgo donde el virus circula habitualmente. 

Debemos conocer algunos aspectos de interés en referencia a la viruela de los monos:

  1. Que hay muchos aspectos de esta infección que se desconocen, como su reservorio en la naturaleza o su evolución histórica. Su aislamiento de animales silvestres se ha producido en contadas ocasiones, si bien se asume que determinados roedores africanos y primates no humanos pueden servir de fuente de infección para las personas. 
  2. A efectos de bioseguridad, ante el desconocimiento, hemos de asumir que todos los mamíferos son potencialmente susceptibles a la infección por el virus. De hecho, y a pesar de que la denominación de la enfermedad parece centrarla en los monos, la infección se ha confirmado en diversas especies de ratas, ardillas, lirones o perritos de la pradera, especie esta última utilizada frecuentemente como modelo animal para el estudio de la patogenia de la infección o la realización de ensayos terapéuticos.
  3. La transmisión del virus desde los animales a las personas se produce a partir del contacto con animales infectados o bien materiales contaminados. Son varias las vías de entrada que puede utilizar el virus en el ser humano, incluyendo el tracto respiratorio, las mucosas (boca, ojos o nariz), o incluso soluciones de continuidad que podamos tener en la piel, aunque no sean evidentes visualmente. La transmisión aerógena, por tanto, tampoco puede descartarse.
  4. Mordeduras, arañazos y en general, cualquier acción que implique el contacto directo o indirecto con los fluidos procedentes de un animal infectado, implican un riesgo potencial de contacto con las fuentes de infección que pueden motivar su transmisión (por ejemplo, los materiales contaminados procedentes de camas o jaulas).
  5. La transmisión entre las personas requiere, de igual forma que lo descrito con los animales, un contacto directo o indirecto con fluidos o material contaminado de las lesiones de las personas infectadas. En el caso de la transmisión respiratoria, parece necesario un contacto prolongado y cercano.
  6. Algunos investigadores sugieren que, para que la infección se mantenga en el ámbito humano, es fundamental un “aporte continuo” del virus desde las especies animales, por lo que la interrupción de esta vía de transmisión parece fundamental para el control de los brotes. Veremos qué sucede en el continente europeo a lo largo de estas semanas.
  7. En algunos de los animales infectados, los síntomas descritos han incluido tos, otros síntomas respiratorios, conjuntivitis, pérdida de apetito, fiebre o lesiones cutáneas, si bien se han descrito también episodios de menor gravedad.

Por tanto, y aunque en estos momentos los casos detectados de viruela del mono parecen centrase solo en la especie humana, el potencial manejo de algún animal sospechoso debe realizarse con todas las medidas de bioseguridad necesarias para todas las personas y animales presentes, evitando o minimizando al máximo el número de personas en contacto con el mismo y su emplazamiento en áreas compartidas con otros animales, a la par que se actúa siguiendo la normativa para este tipo de enfermedades.

Christian de la Fe Rodríguez

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